‘Crock of Gold’ y el Bloody Mary de Shane MacGowan

Yo le serví un Bloody Mary a Shane MacGowan. Rojo y picante como el infierno. Bien cargado de vodka. Creo que he contado esta historia doscientas veces.

No me puedo resistir.

Fue cuando vivía en Dublín. Hace una eternidad. Antes de Facebook. Hablo del verano de 2002. Trabajaba de camarero en el bistrot de un hotel a la orilla del Grand Canal. Tenía asignado el turno de mañana. Mi tarea consistía en servir el desayuno a los clientes del hotel y en limpiar con Cebralin© las manchas que les dejaba en la ropa. Servir, ensuciar, limpiar. Era un ciclo perfecto. Sin duda fui el peor camarero de la historia de Irlanda, pero por algún motivo insistían en no despedirme. Creo que les hacía gracia verme con el uniforme de trabajo: una camisa azul claro, como de conductor de autobús de la EMT, un pin dorado con mi nombre y unos pantalones negros lo bastante anchos como para servir de refugio a un comando del IRA de tamaño medio. En ese turno no había mucho que hacer, así que me pasaba la mañana de pie bostezando, sacando brillo a la cubertería y mirando por el ventanal que daba al canal. Todo muy profesional. Hasta ahora no es una historia muy emocionante, ¿verdad? Tened fe, ahora empieza lo bueno.

Una mañana entra un tipo en el bistrot y se deja caer en una de las mesas como un títere al que le acaban de cortar un par de cuerdas. Lleva gafas de sol y una revista enroscada en forma de tubo en la mano. No tiene un aspecto muy saludable que digamos. Parece que un pub le hubiera masticado y escupido al amanecer y luego un taxi le hubiera pasado por encima.

−Un Bloody Mary, amigo −me dice con voz cavernosa−. Doble de vodka. Rojo y picante como el infierno.

−Marchando.

Voy a la barra. Mientras Connor, prepara la bebida, miro de reojo a la mesa. ¿De qué me suena ese tipo? Se parece mucho a Shane MacGowan, el de Los Pogues.

Es Shane MacGowan, el de Los Pogues. −Connor me lee la mente, es uno de los súper poderes de los barman−. ¿Conoces a Los Pogues? Son una banda muy popular aquí.

Joder si los conozco.

Vuelvo con la bebida a su mesa.

−Su Bloody Mary −le digo−. Doble de vodka, doble de tabasco.

El tipo asiente desganado, está mirando al ventanal. No puedo dejar pasar la ocasión. He venido a jugar.

−Disculpe, ¿es usted Shane MacGowan? −le pregunto.

Me saluda levantando la copa que le acabo de servir y da un trago largo. Le tiembla la mano. Tiene las uñas sucias.

¡Joder, es Shane MacGowan! Tengo que decirle algo inteligente. Algo memorable. Le contaré lo de mi primer fin de año en Dublín. Eso es memorable. Le contaré cuando estaba en un pub y al llegar las doce se hizo el silencio. Empezaron a sonar los acordes de Fairytale in New York y todo el mundo empezó a cantar a coro la canción, como en una misa. Alcé mi pinta. Fundí mi voz con las suyas y cuándo llegó el estribillo, supe que el futuro sería brillante, que la vida podía ser maravillosa. Cuando terminó la canción, una chica pelirroja me besó en los labios. No hay duda, Dios existe y es irlandés.

−Shane, solo quería decirte que me encanta tu trabajo. Tus canciones, quiero decir.

Eso fue lo que le dije al final.

Lo admito, no estuve muy elocuente. No estuve a la altura de mi imaginación. Al menos no le dije que había escrito canciones que formaban parte de la banda sonora de mi vida.

Shane me miró con escepticismo, como si no estuviera del todo seguro de mi existencia corpórea. Cuando se cercioró, unos ojos enrojecidos asomaron tras las gafas de sol y leyeron mi nombre en el pin dorado de la solapa.

Al fre do… −dijo con su voz de cristales rotos.

−Shane…−le dije.

−¡Este es un Bloody Mary cojonudo!

Levantó el vaso en un brindis y me sonrió. Contemplé una hilera de dientes podridos.

Alguien que insistía en tomar un desayuno rompió la magia del momento. Tuve que atender su pedido, luego le apliqué el Cebralin ©. Unos minutos después, cuando volví a mirar a su mesa, ya no estaba. Shane MacGowan había volado. Dejó como única prueba de su existencia algunas monedas de propina y un vaso vacío.

Han pasado veinte años de aquello.

***

La semana pasada, mi amiga Elsa escribió para la revista Mutaciones una reseña de un documental que se acaba de estrenar sobre la vida y milagros de mi amigo Shane: Crock of Gold: Bebiendo con Shane MacGowan. No os voy a contar nada del documental, Elsa ya lo hizo maravillosamente aquí.

Ya terminamos, solo os quería contar que hace un par de días estuve con Elsa.

¿Te gustó el documental que te dije, Alfred? me preguntó.

−Mucho −le dije−. Tiene un bouquet a fanzine punk ochentero.

Elsa terminó de liarse un cigarrillo perfecto y me giñó un ojo.

−Anda Alfred, cuéntame otra vez lo del Bloody Mary que le serviste a Shane MacGowan.

Cómo negarme.

Te contaré la historia del Bloody Mary que le serví a Shane MacGowan en el verano del 2002. Iba con doble de vodka y créeme cuando te digo que era rojo y picante como el infierno. Tan cierto como que Dios es irlandés…


Crock of Gold: Bebiendo con Shane MacGowan (Crock of Gold: A Few Rounds with Shane MacGowan, Julien Temple, 2020)

Ficha completa en IMDb


Una respuesta a “‘Crock of Gold’ y el Bloody Mary de Shane MacGowan

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